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Yo fui pastelera

    De esas que hacen bizcochos, cremas, merengue (que rico!), pero sobre todo de esas que dan rienda suelta a su imaginación, que cada tarta, cada dulce llevaba un poquito de mí.
    Cada producto era un nuevo reto, una nueva oportunidad de crear algo mejor que el anterior, más bonito, más grande, con mejor acabado.

    Durante la semana me pasaba las horas en clase, entre libros de matemáticas, física o láminas de dibujo técnico con suerte, en el peor de los casos con mapas de geografía o comentarios de texto que me traían de cabeza.
    Pero llegaba el fin de semana y el mismo viernes por la tarde me metía en el obrador y las ideas empezaban a surgir. Ponía la radio vieja que tenía en los 40, y a disfrutar.
    En muchas ocasiones me descubría con la mirada clavada en la tarta, pensando la composición, creando una forma nueva con la manga en la mano y cantando una canción “a grito pelao” como si no existiera nadie más en el mundo. Era increíble.
    Estoy escribiendo eso y me estoy transportando a ese momento, a mis 15 años. Sinceramente, creo que tengo que retomar esos ratitos, volver a crear sin presiones, desde el disfrute. Que guay era.

    En la actualidad no dejo de crear, las ideas me abordan, aunque yo no quiera. Vienen a mi mente, cogen forma y se convierten en productos, en negocios, en mil oportunidades. A veces me abruma no poder darles forma a todas, no poder desarrollar todas esas ideas.

    La gente de mi alrededor me suele decir frases como: “Deja ya de pensar, desconecta un poco” u “¿Otra idea nueva? Tú no paras nunca.
    Pues, ¿sabes qué les digo yo? Que no, que no voy a parar porque me apasiona, me encanta crear, es mi motor.

    Me da la vida.

    Así me pasa que cuando se me acerca alguien y me dice que tiene una idea, que quiere emprender o empezar un proyecto no lo puedo evitar, me emociono, le escucho con muchísima atención y le regalo mil y una ideas para potenciar la suya. Me encantan esas conversaciones, las disfruto tanto. Pero sobre todo me llena ver como esa persona se marcha con un montón de ideas nuevas que le van a ayudar a llegar más lejos e incluso cuando vuelven y me cuentan todos los avances que han tenido. Cuando vienen y te cuentan con una gran ilusión que ese cliente quedó encantado, que se enamoró de su marca, de su producto. Eso me da la vida, me llena de energía.

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